Cristina Wilhelm

www.cuandoerachamo.com: El retorno a la infancia

In Periodismo on 2 septiembre 2009 at 4:39 PM

Por Cristina E. Wilhelm

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La nostalgia es un sentimiento muy perverso. Nos convence de que todo tiempo pasado fue mejor: más colorido, más feliz o más despreocupado. Lo cierto es que a la luz del pasado tendemos a recordar sólo las cosas que nos hicieron felices. Y eso no está mal. A veces necesitamos el escape seguro de un recuerdo inmutable donde siempre encontraremos regocijo. Y por lo general ese lugar es la infancia… Un paraíso donde nuestra única responsabilidad era ir al colegio y hacer la tarea; donde la felicidad se obtenía gratis con sólo encender el televisor los sábados muy temprano para ver las comiquitas de Alegre Despertar, y donde las drogas eran algo que “le sucedía” a gente de otras partes del mundo.

Este sentimiento es común a todos los seres humanos. Quienes nacieron en los sesenta afirman hasta hoy que nunca se ha hecho música como la de entonces –lo cual no es del todo descabellado, tomando en cuenta que en esa década nacieron bandas como Led Zeppelin y Los Beatles. Los infantes de los setenta aseguran que la música disco es el género insuperable, y los niños ochentosos –como yo– aún exhibimos las secuelas de nuestra sobre exposición a los videojuegos. Por eso, al vernos atascados en la rudeza del nuevo milenio es un alivio regresar a la infancia, aunque sea por un ratico, a través del jingle de un comercial de televisión archivado en las profundidades de nuestro cerebro, o de la imagen de un juguete que atesoramos en los días felices. Y eso es lo que brinda con generosidad cuandoerachamo.com, un blog colectivo que recopila memorabilia de los sesenta, setenta y ochenta: las comiquitas y series de televisión que no nos dejaban hacer las tareas, las películas que hacían que nos acostáramos tarde, los juguetes que tuvimos o que siempre quisimos tener, libros, revistas y álbumes de barajitas con las construimos nuestra primera biblioteca, la música que nos gustaba o la que escuchaba nuestro hermano mayor, las chucherías que nos prohibía el dentista y aquellos alimentos que nos mandaban a comprar en la tiendita de la esquina.

Para mí la nostalgia se compone de imágenes en colores pastel que con el tiempo se tornan en colores vivos y fosforescentes. Es la casita de los muñequitos Pin y Pon, el yoyo Scooper que mi hermano manejaba con una destreza tan admirable que hasta lo hizo ganador en un campeonato. Las sesiones del juego Sabelotodo Jr.  Y el dramático comercial navideño de jamones Plumrose. Son los cuadernos Tesis de espiral y la euforia que me intoxicaba al estrenar una caja completa de creyones Berol Prismacolor. Los botines Reebook Freestyle rosados y los billetes de uno y dos bolívares –débiles– que me daban cada miércoles para comprar alguna merienda en mis clases de ballet.

Y eso es lo maravilloso de la nostalgia: el collage de cada quien es único. Cuando nos hacemos mayores y un día cualquiera nos encontramos teniendo en una fiesta la clásica conversación de comiquitas, “propagandas” o juguetes viejos, sentimos empatía al encontrar a quien comparta nuestros recuerdos, nuestras aficiones, nuestro pasado. Sentimos que no estamos solos en el juego inevitable de envejecer. Nuestra juventud siempre vivirá, junto con la de muchos otros, en esos objetos, esas tonadas, esos zapatos o cortes de cabello.

Por eso, si te consideras un verdadero nostálgico de los sesenta, setenta y ochenta y tu infancia transcurrió en Venezuela, vale la pena que inviertas un ratico en este blog tan bien documentado. Te prometo que si no logra sacarte una lágrima, por lo menos la sonrisa estará garantizada.

© Publicado originalmente en la edición 44 de la revista Tendencia Maracaibo

  1. quiero zaber cuanto cuestan

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