Cristina Wilhelm

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El discreto encanto de Mombó

In Periodismo on 10 junio 2010 at 4:26 AM

Por Cristina E. Wilhelm

Los momentos más placenteros de nuestras vidas suceden durante la sobremesa, ese estado místico con aroma de café protagonizado por cuerpos satisfechos y mentes elevadas, a través de conversaciones banales o trascendentales. Da igual. Un momento donde la buena compañía está implícita y donde levantarse de la mesa es un preludio evasivo, porque una vez recogido el mantel la magia se esfuma y la vida real apremia. Quienes entiendan esta rebuscada descripción seguramente se sentirán en casa al entrar a Mombó, un restaurante alejado de los convencionalismos y creado deliberadamente para mantenerte cautivo en sus fauces oníricas.

En Mombó el concepto de comida rápida es caduco. La no temporalidad es una premisa y el surrealismo es sinónimo de estética. Está ubicado en un rincón escondido de un antiguo centro comercial de Maracaibo llamado Costa Verde, que lucha por evocar sus días de gloria tras la aplastante monarquía del Mall. Esa frente altiva lo hace aún más hemoso, más honesto, más consciente de la necesidad de áreas verdes y de tiendas que no pertenezcan a ninguna cadena. Puro negocio familiar y clorofila… Y en la parte más alta, junto a la nostálgica entrada de un cine abandonado, está Mombó, un vocablo que nada significa porque resulta innecesario. Definirlo sería tan necio como intentar definir la poesía.

Una puerta tradicional zuliana pintada de naranja es el pasadizo hacia una experiencia, que sorpende desde la entrada por su interiorismo extravagante, concebido por el reconocido arquitecto Farid Chacón, del estudio de arquitectura Nomadas. Pocas veces había visto Maracaibo una combinación tan exquisita de elementos de decoración. Sillas antiguas, marcos sin lienzos o decenas de gatos de la suerte chinos en fila india para saludar inequívocamente a quienes acuden al baño. Gigantes letras corpóreas tomadas de la antigua fábrica de Café Imperial te obligan a mirar hacia la mesa de la galería, donde con frecuencia se exhibe el trabajo de artistas locales. Sin duda, este toque proviene de Chiche Chumaceiro, un personaje citadino de nombre cacofónico quien, además de ser uno de los creadores de Mombó, estuvo detrás del Premio Estímulo 2009, auspiciado por esta marca de café venezolano fundada en 1926, para promover el trabajo de jóvenes creadores.

El surrealismo es dueño y señor del ambiente de Mombó, que acoge a sus visitantes con el recelo de un derecho de admisión concienzudo. Porque a pesar de que pudiera creerse que es un sitio snob, Mombó es precisamente todo lo contrario; es la vida bohème, son los sabores de la cocina materna, es la Maracaibo con la que todos los maracuchos sueñan y la que el resto del país quizás no se atreve a imaginar, es el chic local. Como dice uno de los autores de este restaurante: “Es una experiencia auténtica, para quienes habitan el otro lado del silicón”.

Esa frase provocadora salió a relucir durante una conversación que tuve con Erasmo Montenegro, creador intelectual de Mombó. Es el único Erasmo que conozco y no puedo evitar asociarlo con Erasmo de Rotterdam, ese humanista del siglo XV, recordado por su categórico rechazo a la autoridad. Erasmo de Maracaibo tampoco es amigo de las imposiciones; lo descubrí cuando empezó a narrarme su propio Elogio de la Locura: “La historia no es la más bonita, pero es la real. Empecé a cocinar porque no me gustan las cenas navideñas. No quiero los estándares, me gusta cenar creativamente. Nunca acepté el hecho de verme obligado a comer la misma comida todos los años. Por eso popularicé entre mis amigos una cena el 30 de diciembre en casa. Ese día terminaba mi año. La celebración se volvió tan popular, que personas cercanas a mi círculo empezaron a llamarme para que cocinara para ellos. Eventualmente, abrí el primer restaurante que me trajo hasta lo que hoy es Mombó”.

Esa explicación es el secreto de Mombó. De alguna forma, siempre te sientes en casa de alguien cercano. Esa calidez te envuelve y te llega a lo profundo del cuerpo, entrando por los ojos, los oídos, la naríz, la piel y el paladar. El menú no es una carta impresa definitiva. Es cambiante como las fases lunares, que unas veces eclipsa y otras alborota las mareas del apetito. Por eso un día puedes degustar una bandeja venezolana, integrada por un lomito al vino tinto con fondue de queso de mano, ensalada de mango con lechosa verde y una fosforera, y volver al día siguiente para encontrarte con unos aros de cachapas con dátiles y yogur con fresas, en salsa de vinagre balsámico: “La única palabra que puede definir el estilo de comida que servimos en Mombó es: honesta. Cada semana diseñamos los platillos en función de la frescura de los ingredientes que encontramos en el mercado”.

Mombó permite a sus comensales llevar la botella de vino de su preferencia, debido a esa filosofía de no-imposición que se respira en el local. Un momento recomendable para visitarlos es durante el brunch dominical, que cada semana se viste de la gastronomía de un país diferente, para evitar esa monotonía inmanente que baña a todos los domingos, en cualquier lugar del mundo donde un esté.

El ápice de la extravagancia de Mombó es sin duda conseguir una reservación para la mesa del chef, un espacio exclusivo para seis comensales ubicado dentro de la cocina y totalmente privado, al que puedes acceder sin ser visto. En la mesa del chef no hay reglas. Sólo placeres. Este privilegio es quizás un retorno romántico a esos días cuando Mombó era sólo una mesa de amigos en la terraza de un penthouse, que se dieron permiso a sentirse como los personajes de esa obra maestra del surrealismo que es la película El Discreto Encanto de la Burguesía, del director Luis Buñuel. Seguramente eso ya lo sabían desde que leyeron el título de este artículo. Seguramente…

Mombó Restaurant

Centro Comercial Costa Verde

De martes a viernes, de 8 am a 5 pm

Sábados de 8 pm a 1 am

Domingos de 10 am a 4:30 pm

Reservaciones: (0412) 172.1557

Publicado originalmente en las revistas Aserca Report y SBA Report. 2010.