Por Cristina E. Wilhelm
¿Estás considerando renunciar a tu empleo porque no toleras la tensión de un ambiente laboral hostil? ¿Has sentido que un compañero de trabajo está fraguando un complot para quedarse con tu puesto? ¿Sientes que tu jefe está provocándote constantemente para que renuncies a tu trabajo? Cuidado: sin saberlo, puede ser una víctima más del mobbing laboral, un fenómeno que podría convertirte en una barra más en las cifras de la tasa de desempleo.
El mercado laboral es una de las pruebas más contundentes de que existe el darwinismo social: la supervivencia del más fuerte. En un mundo cada vez más competitivo puede volverse una situación realmente angustiante el querer sobresalir en el trabajo. Más aún cuando acaban de contratar a un talentoso joven que habla ocho idiomas y conoce hasta el último aparatico que inventó Microsoft, y tú todavía libras una lucha diaria para hacer funcionar el fax. La selección natural nunca fue más dolorosa.
Pero si has dedicado mucho esfuerzo a ese trabajo ¿por qué de repente sientes que cada vez eres menos necesario? ¿Por qué mi jefe “la tiene agarrada” conmigo? Si te has encontrado haciéndote estas preguntas, tengo dos noticias: la buena es que no estás sólo, le pasa a millones de personas en el mundo. La mala es que puedes estar siendo víctima de un fenómeno llamado mobbing laboral, una especie de acoso moral que puede llevar tu reputación hasta el subuselo y hacerte perder tu empleo.
La palabra mobbing significa atacar o molestar a alguien en grupo. El fenómeno se empezó a estudiar entre niños escolares, pero en la década de los ochenta se demostró que este comportamiento hostil también se presentaba en grandes corporaciones. El acosador puede ser un compañero de trabajo e incluso el propio jefe. Lo grave es que puede acarrear consecuencias devastadoras como angustia, ansiedad, estrés, y esto evidentemente afectará tanto a la empresa como al trabajador.
Estudios de caso
Existe la tendencia a considerar que quienes sufren de acoso psicológico son trabajadores mediocres e incumplidores: “Algo habrán hecho para encontrarse en esa situación”. Sin embargo esto no siempre es cierto. Cualquier trabajador puede experimentar un cambio brusco de actitud en su relación con un compañero o un superior y los motivos pueden ser muchos: celos, envidia, competencia o proposiciones sexuales no aceptadas. He aquí algunos ejemplos clásicos:
Caso 1: Mis compañeros me odian
Ana tenía diez años trabajando en PDVSA. Durante el Paro Cívico decidió mantenerse al margen y seguir en su trabajo. Sin embargo, sus nuevos compañeros sabían que ella militaba con otra ideología y en la estructuración de los “clanes” ella quedó por fuera. Diariamente se econtraba con rumores a sus espaldas que trató de ignorar. Un día recibió una agresiva carta anónima que sugería que había logrado su puesto por mantener relaciones indecorosas con el gerente anterior. Notas similares invadieron su casa, su correo electrónico y hasta el vidrio de su carro. No pudo tolerar la situación y renunció.
Caso 2: El nuevo jefe
Jorge trabajó exitosamente durante más de treinta años en una corredora de seguros. Cuando el hijo de su jefe entró en la empresa lo convirtieron en su superior, a pesar de no tener ninguna experiencia. Jorge terminó siendo el “culpable” de la baja en las ventas por estar “desactualizado”. El hijo del jefe convenció a su padre de que la solución era contratar a uno de sus amigos, un joven que llevaría la empresa a la cima. Jorge perdió todo poder de decisión en la empresa y la frustración lo llevó a presentar su carta de renuncia.
Caso 3: Estoy embarazada
Julia, abogada, conquistó la fama por ganar todos los casos en la firma donde trabajaba, por ello siempre los proyectos más jugosos caían en sus manos. Pero su repentino embarazo cambió el panorama. Sus jefes objetaban cada vez que tenía que asistir a una consulta con el médico o que debía ausentarse por los malestares y empezaron a quitarle responsabilidades. Cuando salió de permiso prenatal contrataron a un sustituto. Al reintegrarse, encontró que sus jefes habían convertido en socio a su reemplazo y que sólo le asigaban los casos más simples. Perdió la motivación y nunca más volvió a trabajar.
Con ustedes, el acosador…
Existen varios tipos de acosadores. Hay algunos muy torpes que agreden verbalmente y son reconocidos a metros de distancia. Por lo general, esos terminan atrapados en su propia red de mentiras y despretigio. Pero hay que cuidarse de otros más astutos, que se muestran como amigos, pero que en el momento que puedan tratarán de ponerte en contra de tus compañeros o afectar la imagen que tu jefe tiene de ti. El acosador domina el arte de deformar los procesos de comunicación y esas distorsiones terminan haciendo parecer culpable a la persona que está siendo víctima del mobbing.
Los acosadores se suelen apoyar en cuatro comportamientos para generar la culpabilidad de las víctimas:
Selección: Escogen una situación y la presentan de manera sesgada y manipulando a su antojo los datos de la realidad.
Dramatización: Magnifican las consecuencias del hecho e inventan supuestas consecuencias y víctimas.
Generalización: Utilizan el hecho aislado como muestra habitual del mal comportamiento de la víctima: «Para muestra un botón».
Atribución: Afirman que la víctima actuó de mala fe, para agredir a alguien específico.
Cuando el jefe es el culpable
Muchas veces el jefe, en su intento de motivar a sus empleados, comete errores que causan un efecto contrario y generan conflictos entre compañeros. El jefe debe velar porque no se presente una competencia nociva y motivarlos a grupo a trabajar en equipo. Nada es más estimulante para un empleado que un ambiente de trabajo agradable. He aquí algunos consejos para los jefes:
• El dinero no es el único factor motivador. Evidentemente, un aumento de sueldo ratifica el compromiso, pero una palmada en la espalda ante un trabajo exitoso puede ser mucho más gratificante.
• Deben variarse las tareas que se asignan a cada empleado. Nada desmotiva más que la rutina.
• Un jefe debe aprender a delegar. Los empleados trabajarán mejor si tienen autonomía, utilizan la creatividad de sus mentes y se sienten dueños y responsables de sus decisiones.
• Los trabajadores necesitan sentir que evolucionan profesionalmente. La empresa debe ofrecer la oportunidad de escalar posiciones para que el empleado sienta que su crecimiento es paralelo al de la empresa.
• La comunicación es clave. El empleado debe tener la oportunidad de hablar con su jefe y sugerir cambios en los procedimientos deficientes.
• Se debe realizar una asignación equitativa de la carga de trabajo y responsabilidades. Cuando la empresa tiene una estructura clara, se evitan esas ambigüedades que generan el roce entre empleados.
• Cuando entra un nuevo miembro a la empresa debe ser presentado debidamente y someterse a un entrenamiento para adaptarse al resto del equipo.
El camino hacia una solución
Cuando una relación laboral se ha deteriorado es difícil recuperarla, pues una vez iniciado el acoso, la víctima se pone a la defensiva y provoca nuevas agresiones. Para romper el círculo es fundamental el apoyo de los jefes, porque si estos forman parte de la justificación del acoso, la solución no se dará dentro de la organización. El jefe debe intervenir objetivamente, sin dejarse llevar por los prejuicios y sobre todo valorar la trayectoria del acosado en la empresa.
Si nunca has sufrido esta traumática experiencia en carne propia pero sospechas que en tu trabajo hay alguien que lo está padeciendo, ten especial cuidado de no olvidar ofrecerle a ese compañero una sonrisa amable en la mañana. No te prestes al juego de propagar rumores mezquinos y destructivos, pues tarde o temprano ese boomerang volverá al que lo lanzó. No te vuelvas un cómplice porque el día de mañana podría sucederte a ti.